Albert Llovera marchó de Andorra hacia Buenos Aires, después de celebrar la Navidad con su familia, con muchas incógnitas en su cabeza. La ida a su cuarto Dakar, tercero en Sudamérica, tenía que haber sido un poco más tranquila. Conocía el escenario y a muchos de los que durante 15 días serían sus compañeros de aventura, no obstante, el entorno más cercano en los campamentos de la carrera era muy distinto y el vehículo, quizá la gran diferencia de anteriores ediciones, un camión Tatra de 920 cv de potencia y casi 10 toneladas de peso, del equipo checo Bonver Dakar Project.
Al cabo de 20 días, Llovera aterrizaba al aeropuerto del Prat, con su sonrisa de siempre y un semblante en el que el cansancio no se reflejaba como en anteriores ocasiones. En el recinto de llegadas de la T1 les esperaban sus familiares, amigos y seguidores incondicionales de siempre con una pancarta que decía: ALBERT, HACES QUE LO IMPOSIBLE SEA POSIBLE.
Vamos a intentar que este camionero por un mes, de momento, nos comente Lo que pasó en las jornadas previas a su viaje a la capital argentina y las posteriores peripecias por el Dakar de Argentina y Bolivia.
¿Cómo surgió la opción de competir al volante de un Tatra? La verdad que este año, después de dar muchas vueltas y de llamar a mil puertas, había desistido de ir al Dakar. El tiempo se me echó encima y no había conseguido cubrir ni una tercera parte del presupuesto necesario. Faltaban menos de quince días para embarcar los vehículos dirección Buenos Aires, cuando me llaman y me dicen si quiero ir al Dakar… pilotando un camión. Como te puedes imaginar la respuesta fue afirmativa y empezó la primera cronometrada de la prueba
No hay duda que mucho tiempo no tenías para preparar el vehículo, llevarlo a Le Havre y probarlo un poco. ¿Cuál fue el planning? Había algo que se tenía que hacer con mucha urgencia, colocar los mandos para poder pilotar el camión con las manos. El camión viajó de inmediato, por carretera de Praga a Roma, y en Guidosimplex, Tonino y sus técnicos, lo dejaron a punto en un tiempo récord. Después de probar lo indispensable en los aledaños de la empresa italiana, viaje de Roma a Paris por autopista. Precisamente en este trayecto fue cuando tuve mi primera experiencia al volante del monstruo. Se superaron sin excesivas dificultades las verificaciones antes de embarcar y aquí se acabó nuestro primer control horario del Dakar.
A pesar de todo, en los kilómetros que hiciste por autopista te diste cuenta de algunos detalles que no estaban del todo afinados. ¿Cuáles fueron? Sin duda hubo cositas. Lo más preocupante era la dureza de los frenos, si no lográbamos suavizar este detalle mis brazos lo tendrían muy difícil para aguantar todo el Dakar. O sea, que a la llegada a Buenos Aires había deberes pendientes, esto suponía un riesgo, pero no teníamos otra solución.
O sea, que la llegada a tierras argentinas poco tiempo tuvisteis para hacer turismo, ¿Correcto? Poco muy poco. A la que pudimos recoger el camión en el puerto empezamos con las modificaciones mencionadas, verificaciones y a esperar con impaciencia el momento de empezar a correr
El comienzo no fue precisamente fácil. ¿Qué fue lo más duro? En primer lugar, no poder disputar el prólogo y la primera etapa ya fue un palo. La neutralización de la especial espectáculo del primer día por un accidente y la llegada a Villa Carlos Paz por asfalto debido al mal tiempo. fueron un comienzo atípico, en aquellos momentos lo que deseas es empezar a competir y… no pudo ser.
Cuando parecía que lo peor había pasado, llegaron los problemas con los mandos. ¿Te viste fuera de la carrera? No lo quería ni pensar. Además, en la primera etapa que podíamos competir “normal”. Hubo momentos críticos, perdimos casi 4 horas en poder hacer una mínima reparación de urgencia para poder llegar vivac e intentar llamar al Tonino y solucionar el contratiempo. Por suerte se pudo arreglar y pudimos seguir con normalidad.
A continuación, vinieron etapas en las que pudiste competir sin problemas, fuiste mejorando posiciones cada y desde la distancia daba la sensación que ibas cogiendo confianza y te sentías cómodo al volante del monstruo. ¿Tú como lo viviste? Sí, en general fue así. Pasan mil cosas cada día, pero es importante no perder la calma e ir solucionando los obstáculos que vayan surgiendo. Me costaba mucho por ejemplo los tramos de pista a los que tenías que ir a 30 o 40 km/h, se hacían eternos. Tenía espasmos en las piernas y esto también te produce un cansancio extra. Salir tarde y llegar cuando todo el mundo duerme en el campamento… Son cosas a las que te tienes que adaptar.
Hasta llegar a las dunas de Fiambalá, más o menos, normalidad pero en este escenario… ¿Te planteaste dejarlo en algún momento? Con el camión volcado, yo dentro del camión, en una especie de olla entre dunas, la noche se nos venía encima, pues… la verdad es que la cosa estaba complicada. Tuvimos suerte que la solidaridad entre los vehículos de la categoría y que mi copi, Charly Gotlib, lo conoce todo el mundo. Salimos del atolladero llegamos al control horario de salida de la etapa siguiente por los pelos y pudimos completar las dos etapas. Fueron 48 horas muy intensas sin descansar y parando lo justo para comer. Fue emocionante el recibimiento del equipo y algunos rivales al completar la etapa, con aplauso incluido.
Hasta el podio final de Rosario, aún hubo alguna aventura más ¿Cierto? En la última etapa, 180 km, parecía que sería un paseo y a punto estuvimos de quedarnos tirados. Nos ayudaron, nosotros también echamos un cable a alguno de los rivales con problemas. O sea “caña” hasta el final.
Has llegado a Barcelona satisfecho por haber superado el reto, ¿Ahora que? De momento te puedo decir que me he gastado la pasta que aún no tenía. No sé si volveré al Dakar ni que haré este año. Empezaremos a luchar otra vez para poder reunir un presupuesto que nos permita seguir compitiendo y si no lo conseguimos tendremos que quedarnos en casa.
No hay duda que Albert Llovera está hecho de una pasta especial, sin duda el molde con el que lo fabricaron lo rompieron. Es increíble.
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